viernes, 30 de diciembre de 2016

Leo, el león que perdió su melena

Leo era el león líder de su manada, ya que había ganado esa distinción por su enorme melena. Se sentía orgulloso de ella, completamente rojiza, como las hojas secas en otoño bajo el árbol, y larga que casi le hacía caricias a la tierra.
Una mañana, Leo, se levantó sintiéndose algo diferente, pero no supo con certeza, qué sentía.
Su rutina comenzó igual que todos los días, con una larga caminata que lo llevaba hasta el estanque. Allí se lavaba la cara con delicadeza, y remojaba por algunos minutos sus largos bigotes.
En el camino hasta el estanque sintió el peso de ojos que lo observan, ocultos entre los árboles, pero no le dio importancia, ya que él era el rey de la selva, y todos los animales lo respetaban.
Cuando asomó su cara en aquel espejo de agua, pudo ver su reflejo, en ese momento sus ojos se abrieron más de lo normal, se quedó paralizado.
No podía creerlo, su melena ya no estaba. ¿Qué pasó? Se preguntó apurado, y corrió a toda prisa hasta su cueva, tapando su cabeza pelada con sus enormes patas.
Ya dentro de la cueva, llamó a todas las leonas de la manada. ¿Quiero saber, si alguna de ustedes ha visto mi melena? Preguntó, Leo, oculto entre las sombras, lleno de vergüenza al verse así.
Ante la pregunta, todas las leonas respondieron al mismo tiempo, ¡No!
Que ninguna de ellas sabía nada de su melena, mientras intentaban no reírse al verlo tan indefenso.
Triste y sin saber qué hacer, Leo, decidió salir a buscarla.
Al llegar la noche, se puso una camisa floreada, y un sombrero enorme que cubría toda su cabeza, y sin que nadie lo viera, se marchó en busca de su melena.
El sol lo encontró caminando, hasta que se cruzó con una cebra a quien le preguntó.
_ Buenos días, Señora cebra. ¿Por casualidad usted ha visto una melena?
_ Una melena ¡No! ¿Quién perdió su melena? _ Preguntó la cebra. _ Y, Leo, tapando apenas su boca le respondió con una voz diferente, Leo, el león, y siguió su camino.
Más adelante se encontró con un jabalí, a quien le preguntó lo mismo.
Señor jabalí, ¿por casualidad ha visto una melena? Al igual que la cebra, el jabalí le respondió que no.

Leo, siguió caminando, la ilusión de encontrar su melena de apoco desaparecía, hasta que al cruzar por un pastizal se chocó con un puerco espín, que enojado le dijo:
_ Por qué no te fijas dónde caminas.
_ Disculpe Señor puerco espín. _ No lo vi dijo, Leo. Es que estoy buscando una melena.
El puerco espín soltó una carcajada, una melena murmuró, no creo que la encuentres por aquí, y siguió caminando mientras reía.
Cansado de caminar, frustrado por no encontrar su melena, Leo, se sentó en una piedra en soledad, añorando el recuerdo de su amada melena. Recordaba el día cuando comenzó a crecer, en ese entonces, él apenas era un cachorro.
Hoy sentado en la piedra, sólo le queda el recuerdo. Fue allí que, Leo, se entregó al llanto.
En el estanque se juntaron a tomar agua, la cebra, el jabalí y el puerco espín.
Mientras conversan, la cebra comentó algo.
Ayer en la mañana, me crucé con un animal vestido de forma extraña, con una camisa floreada y un enorme sombrero, me preguntó si había visto una melena. El puerco espín y el jabalí dijeron al mismo tiempo, que también habían visto al animal, y que a ellos les preguntó lo mismo, sobre una melena perdida.
Entonces la cebra dijo, yo creo que ese misterioso animal es, Leo, el león, y la melena que busca es la suya.
El jabalí exclamó ¡Pobre, si es, Leo, se debe sentir muy triste!
Tengo una idea dijo el puerco espín, y se sacó treinta de sus espinas. Al verlo la cebra preguntó, ¿cual es la idea?, mientras el jabalí mira asombrado.
Le vamos a fabricar una melena nueva. Entonces, en ese momento la cebra se quitó cuatro mechones de sus clinas, y el jabalí dos mechones de su cola, y con todo aquello hicieron una melena hermosa y única.
Los tres fueron hasta la piedra donde se encontraba, Leo, que al verlos pensó, estoy seguro que se vienen a burlar de mí.
La cebra fue la primera en hablar. Hola, Leo, te hemos traído algo, que pensamos que te hace falta.
Esta melena es para ti, la fabricamos entre los tres.
Leo, pudo sentir como la luz volvía a sus ojos, y sin perder tiempo se la acomodó sobre su cabeza.
Con lágrimas, pero de felicidad, les dio las gracias, y les dijo, ya no me siento triste.
Así con su nueva melena, Leo, y sus tres nuevos amigos se alejaron caminando juntos, por el camino de la vida que lleva a la selva.


                 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Solo quiero decirte, gracias.