Respira el silencio,
escondido en el cristal profundo
de pulmones, ya muertos.
Grita la sangre, oscurecida,
porque ha perdido sus pasos,
aquellos que la acercan, por el camino de venas
que llenan la vida.
Cuando me marche,
ya no acumularé tristezas,
y la soledad, será un tímido capullo
donde mi corazón agoniza.
El miedo a estar solo
dejará de florecer en mi piel
para ser, quizá hojas secas
en un olvido.
La garganta será libre
de gritar sus miedos,
las manos hablarán otro idioma,
ese, que a veces nace
en el verde del ocaso.
Cuando me marche,
no existirán las lágrimas,
no volarán los ojos,
y las miradas que renacían cada día,
serán solo espejos, de apagados reflejos.
El dolor, ya no dejará heridas,
se arrastrará en las cenizas
y en huesos adormecidos en blanco,
para no sentirse solo.
Cuando me marche,
dejaré de escribirle al amor,
colgaré en la ventana de los años
todas las promesas por nacer.
Cuando me marche,
todo lo que fui,
todo lo que soñé para mi vida,
serán solo letras de un libro,
que aún no he escrito.
Cuando me marche...
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