miércoles, 16 de noviembre de 2016

Lupe la hormiguita y el San Antonio

En el centro de un viejo jardín, se erguía firme un enorme hormiguero, y en él vivía Lupe, una pequeña hormiga entre cientos de iguales.
Pero además del hormiguero, en aquel jardín también descansaban docenas de árboles frutales, flores de incontables colores y una gran cantidad de panaderos que anhelaban volar.
Cada mañana cuando el sol despertaba, las hormigas salían a buscar su comida en los alrededores, y al rato y sin perder tiempo, largas caravanas de alimento llegaban al hormiguero. En su fondo, donde está más fresco, se almacenan las hojas y semillas para luego hacer germinar en ellas dulces hongos, que serán el sustento cuando llegue el invierno.
Pero a Lupe no le gustaba recoger hojas y semillas, ella no quería trabajar como las otras hormigas, prefería oler las flores, sentir el aire en su cuerpo, y desde que tuvo uso de razón, Lupe soñaba con poder volar.

Un día mientras caminaba por el hormiguero, comenzó a sentirse diferente, rara, pudo notar que desde su lomo, algo comenzaba a crecer. No sabía qué pensar, al ver que las otras hormigas también notaban su cambio y se burlaban de ella.
Decían en secreto, que se veía diferente, que estaban seguras, que Lupe no era una hormiga.
Aquella nueva sensación la hacia sentir muy triste, Lupe no entendía qué le estaba pasando, por qué las otras hormigas la dejaban de lado y sin hablarle. Se miraba en el espejo de su pequeño dormitorio, buscaba en su esponjoso lomo una respuesta, a la forma de su nuevo cuerpo.
Una mañana se encontraba recogiendo hojas en un camino cerca del hormiguero, y al mirar hacia el cielo, algo llamó su atención, un zumbido de alas cortaba el aire. Era un insecto redondo y de colores brillantes, nunca había visto algo igual, no supo qué hacer, el miedo que sintió hizo temblar su frágil cuerpo.
El insecto dio vueltas y aterrizó cerca de Lupe, que miraba con mucha atención sus alas, sus hermosos círculos, de un color rojo vivo, es un San Antonio murmuró
   _¡Hola! ¿Qué estás haciendo? _ preguntó el San Antonio cortando el silencio con voz delicada.
   _Estoy recogiendo hojas _ respondió ella _ recojo hojas para llevarlas al hormiguero.
   _¿Tú qué haces? _ preguntó Lupe llena de timidez, mientras el San Antonio huele las flores.
   _Yo en realidad vuelo de un lado a otro _ contestó el San Antonio _ así me paso el día, de flor
     en flor, me gusta el sabor de los perfumes.
   _A mí también me gustaría poder volar _ confesó Lupe _ mientras se aleja apurada rumbo al
     hormiguero.
No te vallas, no te haré daño le decía el San Antonio, pero Lupe no miró atrás, siguió con su paso apurado, quería sentirse segura en su dormitorio.
Fue pasando el tiempo, lo que a Lupe le crecía en su lomo, cada vez se hacía más grande. Las otras hormigas se hacían más fuertes, en cambio Lupe, ahora si se veía distinta, todas la miraban en silencio, el hormiguero ya no se sentía como una casa, y fue ahí que se sintió muy sola.
Sin darse cuenta se alejó de la protección del hormiguero, justo en un día que el sol madrugó con viento.
Una brisa enojada la atrapó, daba vueltas y vueltas en un remolino sin control, y ahí sin pensarlo, de su lomo dos grandes y transparentes alas nacieron. No sabía cómo usarlas, la brisa la llevaba de un lado a otro, y cuando se sintió perdida, en ese instante, el San Antonio apareció. La tomó de la mano y le dijo, tranquila, yo te ayudo a volar. Lupe observó la forma de volar del San Antonio y lo siguió.
Por fin llegaron al suelo, gracias dijo Lupe, por salvarme.
Desde ese día, no volvieron a separarse, ahora vuelan juntos de la mano, y se posan de flor en flor, en su viejo jardín.

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