En compases sin sotanas
blanca oscuridad sin ecos,
camina en alas de flecos
entre latir de campanas.
Son las noches sin mañanas
que lloran con triste viento,
por rezo y quebrado aliento
la paloma, es golondrina,
con plegarias sin esquina
y pan, de frío cemento.
Se siente tu alma en sonidos,
pobres cuerdas, te dan vida
de iglesia y cruces vestida,
las campanas de tus nidos.
Migas de arroz sin latidos
se escabullen entre manos,
testigos de amores vanos
la humedad de tu sombra,
muere con hilos de alfombra,
al ritmo de negros pianos.
Solo el silencio te escucha
rezongar con plumas muertas,
con el corazón sin puertas
y un alma vieja que lucha.
Pobre monje sin capucha
vivís solo sin memoria,
iracundo ante la gloria
con sabor de libres rosas,
sin alas, ni mariposas
tus ojos guardan historia.
El domingo pasó a verte
con misa y copas de vino,
y en voz de sal y rechino
llegó descalza la muerte.
Hoy llora sin tener suerte
nadie escucha su llamado,
pobre sombra sin costado,
enferma que busca cura
cuerda de amor y locura
sin campanas ni legado.
Con suspiros sin ventanas
los años se hicieron yeso,
y las palomas con rezo
murieron sin tener canas.
Y te vieron las mañanas
sin cruces y sin rosario,
sin campanas, solitario,
con tus paredes de manos
en pasos de ojos ancianos
dormidos, sin campanario.
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Solo quiero decirte, gracias.