Por rincones de lástima y acuarelas niñas
hay sombras que gritan,
con gastadas columnas de seda,
con suspiros de arena.
Las ventanas se hamacan con vidrios vencidos
abiertas a la indiferencia
ya no laten, ni respiran,
ya no duermen.
Una solitaria mirada se resbala fugitiva
deja atrás sus ojos, y vuela ciega,
lejos del alcance de una lágrima,
lejos de la vida.
Las calles se sacuden en la oscuridad
con caricias viejas se tocan,
con miradas sueltas.
Ecos de luciérnagas de miga
aletean con negras alas, al sur de una esquina
siguiendo astillados pasos sin dientes,
astillados besos sin risa.
La noche bosteza con fríos gemidos
se hace espina entre paredes,
se hace nido entre mis dedos.
Solo escucho el silencio
que emigra de la calle, de una mirada,
la triste melodía que se aleja sin acordes
ya es pasado lo vivido,
ya es olvido lo soñado.
En el centro de tu huella
aún vive la esperanza, que aún late
en una esquina está la noche
a la otra, no he llegado.
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Solo quiero decirte, gracias.