Hoy encontré a la noche
la vi desnuda bajo mi cama.
Encogida de hombros
acariciaba un silencio,
mientras se sujetaba a las sábanas,
por no morir entre polvo y escombros.
Pude sentir en el aire
un sollozo arrepentido y seco
entre suspiros,
un prisionero en su boca.
Hoy encontré a la noche
llena de atardeceres.
Gigante agonía que todavía respira
en el ayer, y el hoy,
sombras que gritan sin vida.
Escuché el verde reclamo de la noche,
la sentí lastimada y con tristeza,
por no entender su historia,
que es igual a la de muchos, que aún lloran.
Hoy encontré a la noche despeinada y muda
arrinconada en esquinas de juguetes,
y baldosas frías.
La observé sacudir sus anhelos,
la escuché cansada,
mientras mira la blanca pared
añorando una soledad sin mañanas.
Miré sus dientes llenos de vacío,
miré su pelo, un manantial de negros,
que nacían del cielo
hasta morir en el día.
Hoy pude escuchar a la noche,
murmuraba plegarias de barro.
El eco de un perfume de hierro y flores
se hacía llovizna escondido en la sangre.
Un chasquido de cadena y cobre
abandona sus pasos,
como se marchita un recuerdo
por un amor lejano.
Hoy encontré a la noche,
miré su cara sin ojos,
un abismo de hojas y gritos.
Y aunque ya sea tarde,
y el día reclame su hora,
las cenizas de ayer volverán a ser carne,
cuando la noche, toque mi mano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Solo quiero decirte, gracias.