Te sentí, correr por mis venas,
correr sin versos,
descalza, sin vocales,
sin oraciones nuevas.
Correr libre por mis grietas
hasta mis grises,
con tus pasos de tinta añeja.
Y naciste desnuda
siendo niña,
sin hojas blancas, sin plumas,
sin acuarelas.
Llegaste con brotes de primavera,
llegaste libre
con mariposas de tela.
Te llamaré, poema.
Porque yo te conozco, y siempre en mi alma
serás raíz que se aferra.
Nacida de décima y padre soneto,
con ojos de estancia y suspiros de menta,
con pétalos de luna,
y llorar de azucenas.
Y hoy te escucho caminar, sin ritmo ni estrofa
con tu corazón de pájaro,
con tu latir de estrella.
Ahora, ya puedes marcharte,
déjate llevar sin comas ni penas
y entrégate a ciegas bocas, que hoy te esperan.
Y quédate,
quédate para siempre, a vivir en ellas.
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Solo quiero decirte, gracias.